CARTA AL DIRECTOR
Manuel Suárez Peñalosa: buen cura, buen amigo y mejor persona
Muchos fueron los momentos memorables que viviste en tus queridas parroquias de Muñó y La Collá, como la primera vez que diste la comunión a todo un ejército de pequeños o la última, en 2018. Y qué decir de lo mucho que te gustaba pasar las fiestas de Muñó en la casa rectoral, rodeado de tus amigos y familiares, así como situarte en un buen lugar de la romería para vender la lotería de Navidad que te ayudaría a costear la reparación de la iglesia. Qué injusto fue todo lo que rodeó esa obra… De los parroquianos recibiste muy poca ayuda económica, pero era uno de tus sueños quela iglesia de Muñó no se cayera y costeaste los créditos con cargo a tus bienes personales y con tu pensión, salvo una pequeña parte que te dio el arzobispado. Que nadie diga que dejaste deudas porque es mentira y, si así lo quisieran llamar, ya quedan ahora saldadas con tus posesiones.
Tuviste el privilegio de vivir con nosotros el trescientos aniversario de la fiesta del Ramu de Muñó, en honor a Nuestra Señora del Rosario, imponiendo medallas a les rameres de distintas generaciones que tuvieron el honor de portar nuestro Ramu y pudieron acudir al encuentro.
Pero el mejor momento lo viviste el 24 de septiembre de 2022 cuando, cumpliendo uno de tus sueños, unías en matrimonio a tu gran amigo, a tu hermano, a Miguel. Y lo proclamabas a los cuatro vientos: “Ya me puedo morir porque cumplí mis dos sueños: arreglar la iglesia de Muñó y celebrar esta boda”. Fuiste el mejor de los celestinos, propiciaste encuentros en actividades comunes y Dios remató tu trabajo haciendo que surgiera algo más que una amistad entre el sacristán y la catequista. Fue la última boda que celebraste y la que más ilusión te hizo.
Tu paso por la Cofradía del Silencio y Santa Cruz de Oviedo hizo aumentar tu larga lista de amigos, pero de manera especial entraba en tu vida Miguel, esa persona que te acompañaría en tantos momentos, te ayudaría en innumerables tareas y a quien dejaste como heredero de tu pasión por los belenes, esos que, tal y como tú querías, se siguen montando en las parroquias de Muñó y La Collá.
Algo que quien te conocía no podrá decir es que no fueras generoso, pues todo lo que tenías lo dabas y compartías. En las reparaciones de las iglesias de La Collá y Muñó, así como de la casa rectoral de Muñó, si bien participaron desinteresadamente amigos y conocidos, el dinero para los materiales lo pusiste tú, hacías préstamos de dinero en ocasiones sin retorno, eras el primero en sacar la cartera en una comida, en un bar, agasajabas con dulces a los residentes de la Casa Sacerdotal… y el tesoro de los belenes que nos dejaste en La Collá y Muñó.
Muchas gracias, páter.
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