CARTA AL DIRECTOR
Meter las narices donde nadie nos llama
Sufrimos un continuo bombardeo de noticias de Venezuela con el único ánimo de crear estado de opinión de un país que, al igual que los demás, tiene sus propias leyes, órganos y demás instituciones sociales para dirimir sobre cualquier asunto interior y que solo concierne al pueblo venezolano.
No quiere esto decir que vivamos a espaldas de acontecimientos que puedan tener una repercusión más allá de las fronteras del país en cuestión, pero la tendencia a ofrecer información parcial, cuando menos, rebosa de cinismo.
Lo que cuestionamos de Venezuela sobre la legitimidad de las elecciones no lo hemos hecho en el 2020 cuando Donald Trump tampoco reconocía la victoria de Biden pese a sí reconocerlo los tribunales de justicia.
Otro tanto podemos decir pasó en Brasil cuando Bolsonaro tampoco reconoció la victoria de Luda da Silva, donde igualmente los tribunales sentenciaron a favor de Lula.
Bien, pues en Venezuela ya no vale lo que diga el chavismo, ni el Tribunal Superior de Justicia. Por contra sí vale lo que diga la oposición, basándose en una serie de actas que, aparte de no estar firmadas muchas de ellas por los interventores de mesa, no eran el total de las mismas.
Sin duda muchas de ellas podían ser reales toda vez que procedían de los feudos conservadores, pero resulta curioso que ninguna de ellas procediera de los barrios obreros que son la inmensa mayoría. Sabemos en cualquier caso que la diferencia ha sido de apenas 700.000 votos.
Si hubo lentitud en el proceso de conteo, todos sabemos que hubo actividades intrusivas a través del hackeo informático lo que relantizó que el TSJ se pronunciara con la prontitud deseada.
Ahora vamos al fondo de la cuestión. El 18 de julio (10 días antes de las elecciones) un vocero de la ultraderecha venezolana, Biagio Pellicer, manifestaba que no reconocerían los resultados del 28 del mismo mes.
Si recordamos , la misma postura fue en las elecciones anteriores, en las que incluso se produjo la desfachatez de reconocer EE UU y algún país satélite al Sr. Guaidó como presidente y que terminó defenestrado por los mismos que le pretendieron aupar.
Mas de una cincuentena de países han reconocido los resultados y resulta curioso que el mismo Vaticano haya presentado al Nuncio Apostólico (embajador) para Venezuela.
Dentro de unas semanas o meses, todo habrá pasado y las relaciones comerciales con Venezuela seguirán su propio curso. Tiempo al tiempo.
La posición de Europa no es otra que seguir el rumbo que marca el imperio, pero lo dicho, todo seguirá como antes.
Que el expresidente Zapatero que estuvo de observador guarde silencio para no comprometer a su partido es para sospechar sobre los resultados reales.
Tampoco se comenta que aparte de las actas electorales, hay una “maquinita” donde previamente a ejercer el derecho al voto tienes que identificarte con tu huella y marcar a quién quieres votar. Al salir la papeleta después de varias confirmaciones, procedes a introducirla en la urna. Esas máquinas u ordenadores fueron reconocidos como los más avanzados del mundo. ¿Qué deriva pues de todo este jaleo? Lo de siempre, que no es otra cosa que pretender tener el dominio de las enormes riquezas petrolíferas y otras que Venezuela tiene nacionalizadas y que con la derecha en el poder todo sería diferente.
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