LLANERA

SOCIEDAD

Final para el edificio de Casa Laureano

Lunes 22 de Septiembre del 2025 a las 14:19



Hace ya unos años que “Casa Laureano” dejó de ser un bar-restaurante con acreditada solera y hoy día la existencia del inmueble con aire solariego al que se le atribuyen más de 300 años de existencia, se acerca a su fin, pues ha sido aprobada oficialmente su demolición.

Quizá sea este un buen momento para rememorar, aunque sea someramente, la historia de este renombrado establecimiento y para ello recurrimos al estudio sobre los bares de Llanera, y más concretamente sobre los de Posada, que se publicó en el anuario de La Piedriquina del año 2018 y del que es autor Chema Martínez.

En dicho estudio se dice que Casa Laureano funcionó desde 1917 hasta el año 2014. En aquél año “Laureano puente”, como se conocía a  Laureano Fernández Reguera natural del Sucu, en Lugones y retornado de Ohio en los EEUU y de la Habana en Cuba, junto a su esposa Carmen Bobes Fernández (1894-1982) también natural de Lugones, adquirió mediante traspaso dicho edificio donde ya había una tienda mixta y bar, y con los ahorros conseguidos en sus años de emigrante y las enseñanzas recibidas al otro lado del Atlántico, potenció el negocio ofreciendo todo tipo de suministros, desde los alimentos de primera necesidad hasta aperos de labranza, carbón, ropa de vestir, calzado e incluso comida de animales. En el portfolio de las fiestas del Rosario de Cayés de 1952, se anunciaba como “Comidas y Bebidas; Ultramarinos, Ferretería y Paquetería”.  Desde 1923 contó con un estanco oficial, el primero en Posada y básico en la capitalidad municipal no solo por los tabacos sino por los timbres y letras al uso en aquel entonces. Del estanco, que perduró hasta julio de 2014, anecdóticamente cabe decir que las compras en el mismo tenían el precio oficial, pero demandar un puro u otra especialidad desde una mesa del restaurante, suponía abonar el coste acorde con el servicio del local. Durante bastantes años, contó con el teléfono número 9 de Llanera, de carácter público.

La típica pinta de vino y el pincho, se complementaba con un cocido que a diario preparaba Carmen cuya materia prima en gran medida procedía de los agricultores de los alrededores, llevados directamente a casa o adquiridos en el mercado semanal de la Plaza de Posada.

La casa con fachada en blanco –que conserva los aros para atar las monturas de los clientes de antaño- puertas y ventanas en verde y un espectacular corredor, caracterizan el edificio desde sus inicios. El piso superior siempre fue vivienda de la familia, dedicándose la planta baja a tienda y bar. En esta, aún perdura desde sus comienzos un pequeño mostrador en L, alto, de madera y con solera de aglomerado de piedra,  situado frente a la entrada con estanterías pegadas a la pared, unas seis mesas distribuidas entre éste y el mostrador de la tienda a la izquierda de la entrada, todo ello en madera, con las estanterías del mismo material llegando hasta el techo; pasado el tiempo, la demanda comercial requirió habilitar más mesas en el amplio pasillo que conducía a la huerta  tras la casa donde en 1991, sobre lo que había sido bolera,  se habilitó un coqueto comedor tipo cenador muy demandado en la época estival.

Luisa Fernández Bobes, hija de los fundadores se haría cargo de la cocina en 1941, consolidando un elevado nivel gastronómico y sin sucesión de continuidad, la tercera generación tomaría las riendas del negocio, cuando las nietas María Luisa y Menchu Fernández León pasarían a gestionar el establecimiento, aquélla en la cocina y ésta en la atención al público.

Así, aquella iniciativa comercial de un indiano retornado al terruño, evolucionó con el devenir de las costumbres y los tiempos, y se alcanzaron altas cotas gastronómicas, profundizando en los sabores tradicionales de la tierra tratados con esmero en la cocina. El pisto, el arroz con almejas, la fabada, la carne con castañas, los guisantes con jamón, los fritos de pixín o las simples pero exquisitas tortillas, eran especialidades a la carta que alcanzaron reconocimiento generalizado. Apellidos de renombre social tanto de Asturias como de toda España, pasaron por el comedor de esta Casa y plagaron con sus fotos y testimonios las paredes del local.

En 1985 la tienda mixta dejó de existir, aunque perduraban las estanterías y el mostrador en su situación original, así como algunos aparatos tradicionales de la misma, todo ello con el ambiente añejo que caracterizaba el establecimiento.

En Casa Laureano, se dice en el estudio citado, ya desde antes de la Guerra Civil, y también después de ésta, un gramófono animaba los bailes dominicales en la carretera general frente al establecimiento ya que el poco tráfico lo permitía en la propia carretera primero y en la explanada entre aquélla y el establecimiento después. También los domingos era el día de las grandes partidas de bolos. La bolera de cuatreada en la trasera de la casa funcionó hasta mediados de la década de 1970.  Había concursos de bolos y, por ejemplo, en 1918 la partida costaba una peseta y se repartían premios de 25, 20, y 15 pesetas en efectivo, a los que se añadía un cordero por cada nivel; el cuarto clasificado recibía un “mazo de puros nacionales”.

Laureano que era gran aficionado al futbol, favoreció y promocionó este deporte de manera entusiasta, y quizá ello fue el germen de que el Llanera Sporting en 1934 –que presidió durante algún tiempo- y el Atlético Aviación en 1952 nacieran en su casa, en Casa Laureano.

No cabe duda de que, con independencia de lo que surja en ese solar, bien situado en la arteria principal de Posada, muchos mantendrán en su retina la imagen de esa fachada tan significativa, y otros muchos, además, los recuerdos de una gastronomía cualitativamente tan singular y gratificante.

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