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SOCIEDAD
La vecina de Posada, Candelaria Josefina Santana, cumplió los 100 años
Posada de Llanera cuenta con una vecina centenaria, Candelaria Josefina Santana, ya que cumplió los 100 el pasado día de la Candelaria el 2 de febrero. Nació en Moeche en la Coruña, perteneciente a la comarca de Ferrol, donde se crio. La centenaria recuerda que su padre viaja constantemente a Cuba, ya que trabajaba allí, en Ferrol dejaba a su mujer y tres hijas, incluida Candelaria, que es la menor. “Nunca fui a la escuela porque fue cuando la guerra civil y mi padre falleció en Ferrol, una de las veces que vino, y nos quedamos solas. Yo casi no me acuerdo de él, porque era muy pequeña. Teníamos muchas fincas y una casa muy bonita, pero nos quedamos sin nada al fallecer mi padre”, explicó.
Candelaria lleva 65 años en Asturias. Ella y su marido se conocieron en el baile y se casaron en Ferrol, porque los dos eran vecinos de la comarca, pero en una boda conocieron a unas personas que vivían en Ferroñes, “eran familia de familia y le dijeron a mi marido, Manuel Pérez, que se tenía que venir a Llanera porque había mucho trabajo, eran Armando y Mina, vecinos de Feroñes, porque aquí se cogían abrazados las perras”, recordó.
Manuel había sido contratado en el astillero de Bazán, donde trabajaba Candelaria porque ella estaba en un restaurante a la entrada, “pero él decidió rechazar el trabajo y venirse a Ferroñes, no le convenció la casa y puso rumbo a Posada, por las vías del tren y le encontró la guardia civil, que decidió acompañarle, hasta que llegó a casa de María Luisa en la zona de Caraviés, que eran familiares de Nina y Armando. Estas personas fueron como mis padres, cuando hice la casa me dejaron dinero y me ayudaron en todo lo que pudieron. Manolo llegó a casa de María Luisa de madrugada y le dijeron que no se marchaba que se quedaba allí, ya que ellos le iban a buscar trabajo y así fue”, explicó.
Candelaria trabajaba como pinche de cocina, junto a su hermana en el restaurante, que era la cocinera. “Me acuerdo que hacíamos la cena para las fiestas de Navidades, contábamos con la ayuda de los camareros para sacar la comida y después repartíamos las propinas entre todos”, explicó.
El marido de Candelaria comenzó a trabajar en la Didier en Lugones, porque allí trabajaba un primo de María Luisa y le empleó en la fábrica, hasta que falleció. “Me llamaron cuando Manuel encontró trabajo y yo vine para aquí, todavía no teníamos hijos, porque tuve uno que murió de meningitis, por una imprudencia médica. Cuando vine para Asturias, nos fuimos a vivir a Coruño, en la fonda de Pilar, y a los tres meses una amiga que conocí me trajo para vivir con un señor mayor, Saturno, limpiaba la casa, le hacia la comida y no me cobraba nada, era en el Cruce de Posada. Estuvimos allí hasta que comenzamos a hacer la casa en la Quintana”, explicó.
Fue en esa casa de la Quintana, donde nació su única hija, María del Mar, “aquí en Llanera tuve una vaca y vendía la leche, como al principio no sabía catarlas tuve que comprar una catadora.
Compraba cerdos capados, mataba uno y el otro lo vendía y me daba para todos los gastos. Mi esposo conoció al jefe de la cocina de la escuela de Posada y fuimos tres amigas allí a trabajar cocinando para los rapacinos, fue cuando vendí todo para dedicarme a ser cocinera en la escuela y allí me jubilé. Antes de eso también trabajé en la panadería de Santos. En Posada siempre me trataron todos muy bien y como una vecina más. Mi marido falleció hace 31 años”, apuntó.
Candelaria tiene dos nietos, un chico y una chica, Marcos y Almudena, “Posada ha cambiado muchísimo en 65 años, había muy pocas casas, incluso había un baile. Iba mucho a Agüera a trabajar, porque la señora que me trajo a Posada estaba casada, pero era de Agüera y tenía que ir a por ella. José Manuel el de casa Roxiu fue como mi padre, porque me ayudó para hacer la casa y no dudó en prestarme dinero, él trabaja como revisor en los autobuses y tenía vacas en la finca y sembraba lo de él, después me ayudó a hacer lo mío. Cuando estábamos haciendo la casa incluso me vestí de hombre y amasé, subí ventanas y todo para ahorrarme el dinero. Dos sacos de cementó los subía por la cuesta de la Quintana en carretillo”, apuntó.
La centenaria recuerda que cuando se jubiló se dedicó a cuidar de su huerto y sobre todo de sus plantas, que es lo que más le gusta en la vida, cuidar de sus plantas, darles todos los mimos posibles. “Me encuentro muy bien y no sé el secreto para mantenerme así, tomo solo pastillas para el dolor, pero yo me dedico a regar las plantas, aunque me lleve dos horas, porque no me fio que lo haga nadie más”, apuntó. La hija vive al lado y asegura que come de todo, porque siempre come y cena con ellos, todavía sigue activa en su casa y viviendo sola.
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