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CULTURA
Muñó ya tiene su propio libro de historia.
“Quiero que sintáis que este libro es vuestro, que es de todos, pues fue una colaboración de todos y quiero que así lo sintáis”, expresaba emocionado Vidal González, presidente de Asecevi, la asociación impulsora del libro “Muñó y sus gentes”, donde se recogen las tradiciones e historia del pueblo y sus habitantes desde principios del siglo pasado hasta la actualidad.
El 24 de junio se podía celebrar, por fin, el acto de presentación de “Muñó y sus gentes”, un libro impulsado por la Asociación Escueles de Muñó Asecevi y esperado con ilusión por la vecindad y por su principal artífice: Vidal González Hevia quien, como resaltaba Carmeta Morán, “no solo recopiló todas las fotografías, sino que tuvo la paciencia de identificar a todas las personas que aparecían en cada una de ellas. Es un favor que le debemos a él y yo le estoy muy agradecida. Un libro donde están no solamente los familiares, sino también los amigos, los vecinos, los que te caen bien y los que te caen mal, es decir, la historia del pueblo”.
Miguel Silveira, psicólogo, destacaba el hecho de que “la historia de Muñó ya es oficial gracias a este libro y gracias a Vidal, la persona más persistente que yo he conocido en mi vida y que más tesón tiene, quien se ha esforzado muchísimo y ha dedicado muchísimas horas a hacer realidad este proyecto”. Por su parte, Goyo Suárez, reconocido cantante cuya familia es oriunda de Muñó, destacaba “esas ilustraciones tan bonitas que te hacen recordar los tiempos en que eras un chavalín y en las que ves a otros que entonces eran como tú y ahora ya son mayores, así como a mucha gente que conociste y ahora, desgraciadamente, ya no está”.
Todo empezó intentando evitar el derribo de una escalera.
“Para mí era importante que estuvierais aquí hoy para que la gente se reencuentre, pues podemos pensar todos de mil maneras diferentes, pero tenemos en común que todos somos de Muñó”, señalaba Vidal González haciendo hincapié en la importancia de fomentar la convivencia y la unión vecinal, uno de los objetivos de la asociación que preside y que nació para intentar evitar el derribo de las escaleras de su escuela indiana, un edificio inaugurado en 1906 que fue, además, la primera escuela pública del concejo de Siero. “Ese apoyo que recibí del pueblo yo quería devolverlo de alguna manera y así nació este libro, por eso quiero que sintáis que este libro es vuestro, que es de todos, pues fue una colaboración de todos, ya que trabajé yo y trabajó mucha gente a mi alrededor haciendo entrevistas, dejándome las fotografías, identificando a las personas que aparecían en las imágenes o ayudándome con la redacción. El libro es una colaboración de todos y quiero que así lo sintáis”, expresaba un emocionado Vidal, que quiso aprovechar también la ocasión para instar a los gobiernos a apoyar el comercio de proximidad, los negocios que dan vida a los pueblos, las tradiciones y la vida rural e incluso la conservación de la fauna autóctona, para que “a los pajarinos como el raitán, la zarrica o el jilgueru, que estaba lleno de ellos cuando yo era guaje y que ahora están desapareciendo, puedan seguir viéndolos también nuestros hijos y nietos”.
“Dejar rastro de los hechos vividos para que no se vayan del todo y un día podamos desandarlos”.
El libro es “un tochu de más de trescientas páginas”, en palabras de Vidal González, dividido en diez capítulos y prologado por Pedro de Silva, quien destaca la importancia de “dejar rastro de los hechos vividos para que no se vayan del todo y un día podamos desandarlos”. Las 460 fotografías que lo ilustran recogen las tradiciones e historia del pueblo y sus habitantes durante más de cien años, mientras que los relatos y vivencias de sus mayores reflejan el modo de vida entre los años treinta y sesenta del pasado siglo.
El primer capítulo de “Muñó y sus gentes” está dedicado a las fotografías en Les Escaleres, el lugar donde empezó todo, pues allí era tradición hacer las fotografías de los momentos importantes o solemnes y al que la vecindad siempre se sintió especialmente vinculada. Le siguen las fotografías hechas en el campu de la iglesia y después más fotografías donde se completaron las anteriores, para intentar que aparecieran todas las familias que algún día hubieran habitado en Muñó. El capítulo de las comuniones refleja todas las generaciones que hicieron la Primera Comunión en la iglesia parroquial, pues era “un día que muchos mayores en sus entrevistas describen como el día más feliz de su niñez, quizás por ser la primera vez en su vida en que ellos eran los protagonistas”, señalaba Vidal González. No podía faltar el capítulo dedicado a la vida y obra de Cesáreo Vigil Cortina, el indiano oriundo de Muñó cuyo retrato presidía el acto y quien, tras emigrar de niño y hacer fortuna en Cuba y Nueva York, quiso beneficiar a su pueblo dotándolo de una escuela donde las niñas y niños pudieran recibir una educación que él consideraba fundamental para desenvolverse en la vida y de muy difícil acceso en la época para la gente humilde. En el capítulo titulado “Otras curiosidades” aparecen lugares y personas relacionados con el pueblo, como el bar de Casa Goya, el baile de Casa Nula, el Xigante, Manolo el ebanista o Marino el fotógrafo. En “Muñó hoy” está fotografiada la vecindad actual y en “Relatos de nuestros mayores” cuarenta vecinos y vecinas de más de ochenta años relatan sus vivencias de infancia y juventud en Muñó. Por todos ellos quiso brindar Vidal González para “daros las gracias por vuestras historias y para que sigáis con nosotros muchos años”. Allí estaba Amable Vigil quien, a sus noventa y cuatro años es “la abuela de Muñó, hija de Roque Coroña, el cual vivió ciento cuatro años y ella lleva el mismo camino que su padre”.
“Mis notas son vuestras notas”.
“Mis notas” es el último capítulo y “el más importante” a juicio de Vidal González, porque “no quiero que sean mis notas, sino vuestras notas. Son páginas en blanco para que añadáis lo que vosotros queráis: esa fotografía que os parece importante, esa entrevista a güelito o esa historia que queráis contar para que este libro sea vuestro libro”. Él mismo ha personalizado dos de ellos, rellenando esas páginas en blanco: uno para Esther de Taraña, a quien su nieta hizo una entrevista que no pudo incluir por ser menor de la edad requerida y otro para Rocío, su mujer, con esas imágenes de su familia que tampoco aparecen al no ser oriunda del pueblo, pues “lleva aguantándome treinta y cuatro años y dice que otros treinta y cuatro no sabe si me los aguantará”.
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