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CULTURA
Historias de ayer y hoy: La Santina de Covadonga por Llanera
Llanera recibió la visita de la Santina de Covadonga tres veces, la última el domingo 11 de febrero de 2001, de cuyo transcurrir dada la cercanía de esta fecha muchos aún lo recuerdan con detalle y que no trataré en este artículo; nuestra Patrona también estuvo entre nosotros en el mes de junio de los años 1939 y 1951 y son las visitas de estos años de las que me ocuparé seguidamente. Por ello, tras una pequeña referencia a su exilio francés reflejaré algunos detalles sobe aquellas efemérides que aún recuerdan algunos de nuestros convecinos, cuyos testimonios de hoy enriquecen los elaborados textos publicados en su día.
Es generalmente conocido que fueron republicanos quienes, en agosto de 1936, tras el estadillo de la Guerra, la ocultaron en casas particulares y después de varios avatares, terminó en 1937 en la embajada española en París. Allí la encontraron los llamados “nacionales” en una caja disimulada al lado de uno de los ascensores de la legación. El regreso triunfal comenzó en Irún el 8 de junio de 1939 donde con extrema exaltación de religiosidad popular, la recibió una multitud con Carmen Polo y Carmencita Franco a la cabeza. Tras recorrer varias localidades “entre clamores de fervor y de contento recibiendo amorosos homenajes de vasallaje”, fue entronizada el 6 de agosto de 1939. “así la celestial desterrada volvía a ocupar su trono”, al tiempo que desaparecía “la pena muy honda que era ver Covadonga sin su Virgen”, tal como Teresa Cernuda escribía en La Nueva España en 1951.
1939
Este año, en la tarde del 13 de junio, es decir, a 74 días del término oficial de la Guerra Civil, llegaba la Santina a Pajares, donde la esperaba una multitud especialmente desplazada, lo que se repetiría a su paso por varias localidades camino de la Catedral de Oviedo, donde el Obispo era Benjamín de Arriba y Castro. El día 17 en el alto de San Esteban de las Cruces pasó del transporte motorizado a un andar que portado por militares la acercó hasta el Campillín. Aquí estaba José María Méndez, hoy día en Cayés, “Chema el curín” para usar uno de sus múltiples apodos populares, quien conserva en su memoria el recorrido desde su casa en Villafría, así como la imagen de los edificios circundantes con las huellas de la Guerra Civil, una gran concentración humana pendiente de la imagen, los aplausos generalizados a su paso, los cánticos de unos y los lloros de otros. Recuerda, a sus cinco años, en primera fila y desde la atalaya de los hombros de su padre donde permanecía desde que salió de su casa, que vio llegar a la Santina portada por cuatro militares con la característica boina roja de los requetés y escoltada por otros de igual uniforme con el fusil al hombro, quienes la acompañarían hasta la Catedral donde estaba programada una novena a la que, según crónicas de la época, asistieron el día 21 vecinos de Llanera, que junto con otros llegados desde Cangas del Narcea, Salas y Candamo sumaron unas cuatro mil almas.
Sería el domingo 3 de julio de 1939 cuando procedente de Avilés y camino de La Pola de Siero, la Virgen de Covadonga pasó de nuevo por Llanera. María Bravos, popularmente conocida como María Espeta, recuerda como a sus 14 años, impulsados por la maestra de Lugo fueron a esperarla a Cancienes, que la llevaban a hombros y se escuchaban cánticos, y aunque un poco cansadas por el largo trayecto a pie, agravado por las cuestas de La Miranda, la siguieron en procesión hasta la Catedral de Oviedo donde escucharon misa. Igual testimonio es el de Erundina el Goxeru, de Pando, quien con 9 años, y bajo la coordinación de Enedina el Ferrador y Ana la practicanta, la esperó en La Miranda; sentada en la cuneta frente al cruce de Veyo, vestida de primera comunión, vió a la Virgen llegar en andas portadas por hombres, y sujetando una de las cintas que colgaban de la imagen, aun hoy recuerda como muy gastado el manto de la Santina, prácticamente nulo tráfico, mucha gente y Guardia Civil por las alturas observando la comitiva.
1951
Este año fue declarado “año santo diocesano”, y la Iglesia asturiana capitaneada por el arzobispo Francisco Javier Lauzurica planificó un peregrinaje de la Santina por toda Asturias que comenzó el martes 8 de mayo y terminó el domingo 8 de julio. A modo de resumen general del recorrido, valga lo que La Nueva España ofrecía el 10 de junio de dicho año: “Los pueblos del oriente más próximos a ella fueron los primeros y los que sentaron los eslabones iniciales de la cadena de gozos y triunfos que constituye su paso. Todas las flores de todos los jardines se han deshojado para servirle de alfombra; todos los corazones han latido con acelerado impulso para cantarle su amor; todos los labios han temblado emocionalmente para musitarle una plegaria, y a todos los ojos ha subido una lágrima de dulce júbilo y honda gratitud. Luego siguiendo la línea de la costa… pescadores curtidos en el diario pugilato con el mar, labriegos endurecidos en el dialogo sempiterno con la tierra, hombres de todas las edades y de todas condiciones, han hincado en suelo sus rodillas y han elevado hasta Ella su mirada en elocuente y muda invocación. Y la Virgen ha entrado en las cárceles para llevar a los que en ellas purgan la pena de sus delitos… y ha estado en los hospitales para dar a los enfermos el inapreciable don de su esperanza y ha penetrado en los templos para recibir en ellos la expresión clamorosa de la fe …”
Esta proclama de José Antonio Peláez, doctoral de la Catedral cuando la Santina se acercaba a Oviedo, sería de general aplicación en toda Asturias, ajustada a los condicionamientos y posibilidades locales: “que el recibimiento sea magnífico y revista todos los caracteres de los grandes acontecimientos populares, que sea movimiento espontáneo, sin presión alguna; movimiento arrollador, colosal, en el cual tomen parte muchedumbres incontables… que sea movimiento entusiasta, con participación de todas las clases sociales, y movimiento esencialmente religioso en todas las manifestaciones de la piedad cristiana”.
El diario del peregrinaje fue recogido por Eliseo Gallo Lamas, canónigo magistral de la catedral de Oviedo, en el libro “Asturias por la Virgen de Covadonga, diario de una peregrinación”, editado por Graficas Summa en 1952, texto que junto las actas municipales de Llanera que tratan este asunto, y la prensa ovetense de la época, son la base documental del presente artículo, complementado con los valiosos testimonios personales que he tenido el privilegio de escuchar de algunos vecinos que vivieron en primera persona el acontecimiento. No quiero pasar por alto que uno de mis interlocutores, “Chema el Curín”, conoció personalmente al autor del citado libro, en su época del Colegio Hispania, e incluso fue su monaguillo en algunas celebraciones litúrgicas.
Protocolo llanerense
Así pues, tal acontecimiento requería la adecuada infraestructura y protocolo y cabe suponer que, siguiendo instrucciones superiores, nuestra corporación municipal trató de ello en reunión extraordinaria del 2 de junio de 1951, siendo el único punto del orden del día “los actos a realizar con motivo de la visita de la Santísima Virgen de Covadonga”. En aquellos momentos, según la citada acta municipal, ejercía de alcalde Benjamín González Sanz quien, siendo primer teniente de alcalde, ostentaba la alcaldía desde el mayo anterior por expresa designación del alcalde titular Benigno González Ablanedo. Así pues, designaron tres comisiones: en Santa Cruz, presidida por el concejal Emilio Menéndez Díaz, de la que formarían parte el Cura-Párroco Ovidio de la Roza, el alcalde de barrio y los maestros, así como al vecino Benigno Cuervo “para que coloquen un arco”; en Posada para colocar otro arco con cargo al Ayuntamiento, formada por el Cura-Párroco Andrés Trujillo, los concejales Celedonio García Menéndez y Enrique Vázquez Rodríguez así como los señores maestros, que serían, añado yo, Ovidio Muñiz y Dolores Alonso; la comisión en Coruño estaría integrada por el alcalde en funciones, el Cura-Párroco Manuel Fernández Antuña y los maestros nacionales y particulares. No hay que olvidar que en Coruño existían las escuelas del Ave María, de ahí lo de incluir los maestros particulares.
Acordaron, asimismo, pagar con cargo a fondos municipales la comida de las personalidades que acompañan a La Santina y del pleno municipal y que éste acompañara a la imagen de la Virgen desde su entrada en Llanera hasta que abandone el concejo, dirigir atentas comunicaciones al jefe local de FET y de las JONS, comandante jefe y señores oficiales del campo de aviación, jefe de línea y comandante del puesto de la Guardia Civil, rogándoles asistan a tan solemnes actos, interesando del jefe del campo de aviación la cesión del autocar de dicha Institución para los actos reseñados al efecto de traslado de los señores oficiales y demás componentes de la comitiva. También acordaron la adquisición de cohetes y cuanto fuera necesario para el acto con cargo a los gastos de representación y, caso de no existir consignación suficiente para todas las atenciones reseñadas, se formalice el oportuno expediente de habilitación de créditos o transferencias.
Santa Cruz
El citado libro detalla en lenguaje de la época, quizá con exceso de retórica, un tanto empalagoso y sobrecargado de la espiritualidad nacionalsindicalista de aquél entonces, el recorrido por Asturias en la primavera de dicho año. De ello se deduce que la imagen de nuestra Patrona en el día diez de su peregrinaje, esto es el domingo 10 de junio de 1951 según las actas del plenario municipal, día nuboso e incluso con algo de lluvia, tras pasar por Santullano, Valsera y Transmonte en el concejo de Les Regueres llegó a Santa Cruz, bajo el intenso repicar de campanas; “armoniosos y vibrantes, como un solo bronce, son las aclamaciones de los hijos de Santa Cruz en el transporte de sus plegarias y de su clamorosa exaltación en el recibimiento en la Iglesia y más tarde en la escuela” el actual centro social, que regida por la maestra Eutimia García de la Fuente, era “un florido vergel” donde la despidieron “bajo el delirio de las aclamaciones tras una plegaria en verso que leyó una niña”. Josefina la Morena de Anduerga, recuerda el “arco de triunfo” junto a la escuela y que llevaba una cesta de mimbre repleta de pétalos de rosas para lanzar a la Virgen; Berta de Ca Pedro de Villayo, iba con su vestido de comunión y ambas mencionan la zona húmeda de La Vereda como el origen de las espadañas y demás ramajes que alfombraron el recorrido de la imagen.
Bonielles
Sería Bonielles su segunda parada en Llanera, donde fue recibida con “magníficos arcos” deteriorados por la pertinaz lluvia que también dejaba los caminos como lodazales, dificultades compensadas con “el fervor de la multitud y los versos ingenuos y sencillos de las niñas”. De esta parada, no hay foto en el citado libro. Cuentan Avelina de Ca Maces y Blanca de Ca Nieves, que el arco floral en el entronque de La Caleyona con la carretera del pueblo, donde hoy está el trasformador eléctrico, lo levantaron los de Ca Carlos y otros de Ca Bastián con gran ramaje de laurel, otras ramas verdes y flores silvestres de las propias sebes del camino, cuyas orillas fueron bien recortadas para el recibimiento. Los vecinos de Carbayal, quizá por eso de la piquilla, levantaron otro delante de la Iglesia en el entronque del camino que baja a su pueblo. En un día, que recuerdan como soleado y caluroso, la Virgen “pequeña” llegó al templo sobre andas con un “cepu” a sus pies para las limosnas. En la Iglesia, hubo cánticos del coro de mujeres que dirigía Paquita, acompañados al armonio por Eloísa, ambas hermanas del párroco don Ramón Ortuza.
San Cucao
La siguiente parada fue San Cucao a donde la imagen llegó en “descarnada carretilla en giros irregulares” y fue recibida con “fragoroso e inextinguible hervor lleno de majestad en torno a la Señora. Las almas se ven envueltas en iris de esperanza, en dulzuras de cielo”. Testimonios de niños de las escuelas de La Piñella que vivieron en aquél entonces el acontecimiento, recuerdan las banderitas de papel pegado con ungüento casero a un simple palo y que debían agitar vehemente al paso de la imagen, según instrucciones de los maestros de aquel entonces, don José y doña María Luisa; el “volador” explotado entre la procesión que acompañaba a la Santina no pasó más allá del lógico susto y la Virgen llegó a la Piñella, “casa sencilla unida al nombre del Generalísimo donde no asienta el lujo, la ostentación o demasía”. Gallo afirma sin rubor que “la Virgen quiso honrar con su presencia la casa y los jardines”. Llama la atención que esta visita a San Cucao no figura en los acuerdos tomados por la Corporación para organizar el recorrido por el concejo. La anterior frase entrecomillada podría sugerir una alteración de última hora del itinerario, pues no es fácil entender que en aquellos tiempos donde religión y política caminaban al unísono, La Piñella quedara fuera del itinerario llanerense de su peregrinaje.
En San Cucao, parroquia a cargo de don Ángel Sánchez, la Santina fue recibida donde “el monumento” existente en el entronque del camino a la Iglesia con la carretera general. Chelo de Ca Bango era una de las pocas niñas que vestía el traje de su reciente comunión; Maruja de Ca el Ovispo y Manolo de Ca Zaperos llegaron con la comitiva hasta la casa de Carmen Polo en La Piñella con las rudimentarias banderitas en sus manos; Isabel y Josefa de Les Caleyes, atendían la organización al tiempo que lanzaban vivas a la Santina y a Cristo Rey; Marisé la del Médico recuerda ir en la procesión cogida a las manos de su madre y a las de Lola la del Chalet, ambas al igual que el resto de mujeres, con mantilla. Marcelino el Topu y la citada Marisé coinciden en que los portadores de la imagen eran el general Pello, luciendo condecoraciones sobre su uniforme militar, José Manuel Boves quien llegaría a la alcaldía llanerense en octubre, Carlos Pevida hijo del sastre Edelmiro y Urbano de Ca Silvestre.
Posada
La siguiente etapa fue Posada que “ha tocado a rebato los clarines mejores, como arpa gigantesca que llevase hasta los más lejanos el eco ruidoso de una tarde triunfal”, donde Benigno González Ablanedo, alcalde titular de Llanera dio la bienvenida oficial a la Santina “con palabra hecha luz” sin que, al menos hasta el momento, haya localizado el documento o tenga constancia del contenido del discurso. Beatriz Menéndez, hija del citado alcalde no recuerda detalles del paso por Posada, pero, como alumna del colegio de La Milagrosa de Oviedo, participó a sus ocho años vestida de asturiana en la multitudinaria comitiva tras la Virgen a lo largo de la calle Uría de Oviedo camino de la Catedral cantando el himno de Covadonga y lanzando flores a la Virgen. Infructuosos fueron mis intentos de encontrar personas de Posada que vivieran personalmente el acontecimiento y por ello pudieran aportar su visión personal de lo vivido, ubicar físicamente el arco floral levantado para la Santina y más detalles de su paso por la capital municipal.
Coruño
La próxima etapa sería Coruño, entonces un delimitado e importante enclave tanto poblacional como industrial; “una plácida calma domina la línea recta, que afila la distancia de la ruta que nos acerca a Oviedo. Los explosivos no atenúan el grito jubiloso de los fieles a quienes “se les arroba el alma con la dulzura de las letanías, las espirales perfumadas del incienso y la mirada atrayente de la amada Santina”.
El ya citado José María Méndez a sus 18 años y ya en Coruño desde hacía años, no fue testigo de la llegada de La Virgen por hallarse en riguroso reposo prescrito por don Paco; lo por él oído coincide con lo vivido por José Manuel Fernández, el popular Lolín, quien con 15 años lo presenció desde la zona del monumento a los Caídos que había a la izquierda de la Capilla. La Santina hizo una parada en el entronque de la carretera a la fábrica con la general Posada-Lugones, donde se había instalado un gran arco floral. Allí, sus portadores la hicieron girar en redondo, a modo de saludo, con un breve momento de fijeza en dirección a Cayés, a La Fábrica de Explosivos que había suspendido su producción ese día, a las escuelas del Ave María y al aeródromo de La Morgal. Procesionó después hasta la Capilla, a cuyo frontal estaba preparado un pedestal donde un religioso de la comitiva incorporó en su plegaria un ruego especial por los trabajadores de Explosivos dado los riesgos inherentes a su actividad. Frente a las escuelas del Ave María, agrega Chema el Curín, se rezó un Ave María estando presentes, aparte del párroco don Manuel Fernández Antuña, los maestros Celestino Tresguerres, Soledad y Marina, madre y tía de don Paco, además de los maestros de las escuelas de Cayés, todos ellos con sus alumnos.
Desde Coruño, la comitiva con la “corte de honor de numerosas carrozas coronadas de amores y de júbilo, pues las empresas han olvidado las ecuaciones matemáticas”, partió hacia a Oviedo, no sin antes parar en la iglesia del “cristiano Lugones” y pasar por Viella, Boves y Colloto.
Nota común a todas las paradas es la presencia de la Guardia Civil escoltando a la Virgen, o llevando el trono, multitudinarias procesiones tras ella, tal como muestran las fotos, donde también puede observarse detalles del trono de la Virgen y los arcos floridos que la enmarcan, muy probablemente a base de laurel, de las banderitas que portaban los niños en San Cucao y las guirnaldas que adornaban el recorrido. Tal vez los mayores podrán identificar algunas personas de las comitivas. Vistas las fotos que aquí se insertan, todas del citado libro de Eliseo Gallo, sería interesante localizar más fotos de este peregrinaje, que a buen seguro existen en algún arcón llanerense, y en ellas, poder observar otros detalles de este singular viaje de nuestra Santina.
Cuentas finales
Días después, el 30 de junio de 1951, los libros municipales reflejan la conformidad del plenario con los gastos ocasionados que ascendieron a 4627 pesetas, para cuyo pago deben habilitar el correspondiente crédito, de lo que toma buena nota el depositario municipal. El desglose que allí figura refleja 778,50 pesetas por telas, carteles y transporte. El arco a la entrada de Posada, construido por el vecino de Siero Crisento Martínez Río, costó 1753,53 pesetas. Por 10 docenas de cohetes facilitados por José Isoba González y Manuel “el Gan”, se abonaron 350 pesetas. Al señor Miras de Posada, por pintar tres rótulos para la Iglesia de Rondiella, se le pagaron 60 pesetas.
Por otro lado, parece claro que fue el señor cura de Bonielles quien organizó las comidas pertinentes, y aunque no consta donde se realizaron, sí figura su importe, 1685 pesetas, “deducidas las 456 pesetas por cuatro botellas de Anís Marabú y una caja de coñac Centenario” que al parecer sí se disfrutaron, pero no a cargo de las arcas municipales.
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