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SOCIEDAD

María Regina Sierra Ríos, “Mary”: una minúscula pieza en el puzle de la historia

Jueves 06 de Noviembre del 2025 a las 08:33



 

Hija de un minero que había participado en el movimiento obrero de 1934 y de un ama de casa, Mary, es la benjamina de la familia Sierra-Ríos y solo tiene cuatro años cuando le toca vivir una de las épocas más amargas de la historia de España y de Europa.

En septiembre de 1937, junto con sus hermanos, padres y algunos familiares, sale de Asturias en el barco “Stangrove” al que su hermana Eloína se refería irónicamente como el “Titanic negro”. Atracan en un puerto francés para regresar inmediatamente en tren a Cataluña. Tras un tiempo conviviendo en Suria con familias catalanas que los habían acogido, viene la tremenda experiencia de la Retirada a principios del 39.

Las vivencias de una niña tan pequeña mezclan vagos recuerdos con relatos familiares, aderezado con la fantasía e imaginación propia de la infancia.

Los acontecimientos que más la han marcado a lo largo de ese periplo fueron la ausencia de su padre, fallecido en Suria, la angustia de su madre al quedarse sola con cuatro niños pequeños y el terrible éxodo bajo la nieve hasta llegar a suelo francés.  Durante ese interminable caminar por el Pirineo, esa niña, al igual que muchos otros, sufrió una hipotermia que la dejó “muerta”. Su madre no quiso enterrarla en la nieve y la llevaba con ella en un hatillo de ropa.  Cuando llegaron a una hoguera, unos militares le tomaron el pulso y al comprobar que seguía viva, la acercaron al fuego, le dieron leche caliente y “resucitó”. Por eso, ha quedado como anécdota familiar el resucitar de la abuela Mary.

Pero aún faltaba otro episodio trágico en ese viaje a lo desconocido.

Una vez en Francia, fueron repartidos por diferentes campos de refugiados. El primer gran dolor fue la separación de sus tías Ludivina y Aurora, dos adolescentes, hermanas pequeñas de su madre, que se habían convertido en su gran apoyo. Ahora el grupo se había quedado reducido a seis: sus abuelos maternos, su madre y sus hermanos.

Pese a todo, vinieron unos meses de relativa tranquilidad, más aún con la alegría de reencontrarse con sus tías, seis meses más tarde, durante su estancia cerca de Cognac. Recuerda un gran parque, árboles, ropa que les daban. ¡Los niños tienen la capacidad de ser felices en momentos convulsos!

El horror los alcanzó de nuevo el 20 de agosto de 1940. Ese día marcará la salida del primer tren de la deportación de civiles de la Segunda Guerra Mundial. Mary, su madre, hermanos, tías y abuelos fueron hacinados junto con un total de 927 refugiados republicanos españoles, en su mayoría mujeres y niños, en unos vagones de ganado que los llevarían al campo de exterminio de Mauthaussen. La incomprensión, el cansancio y el miedo se convirtieron en terror cuando los niños mayores de 10 años y los hombres fueron obligados a separarse de sus familias para ser internados (exterminados) en el tristemente famoso campo de Mauthaussen.

Ahí, en Gusen más exactamente, acabó la vida de su abuelo materno.

El desconcierto y espanto de las mujeres y niños que quedaron en el tren se mezcla en su recuerdo con el regreso a Asturias, la ausencia de hogar, la miseria y el hambre.

Vinieron años de silencio, de olvido impuestos por la dictadura de España y alimentados por el mutismo de su madre en un intento de protegerles de la represión existente. Como anécdota recuerda que cuando la llamaban “roja”, ella creía que era por su color de pelo (era pelirroja) y no fue hasta años más tarde cuando entendió el verdadero significado.

El Tapín

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