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- El Caleru de Llomba: Representativa reliquia de nuestro pasado industrial
CULTURA
El Caleru de Llomba: Representativa reliquia de nuestro pasado industrial
Escribía yo mismo tiempo atrás que en Llanera hay vestigios de su pasado industrial con indudable valor histórico y potencial atractivo turístico que bien estaría revitalizarlos dado que configuran parte importante de la memoria, y no solo la industrial, del Concejo.
Voy a ocuparme hoy sucintamente del conocido como Caleru de Llomba, ubicado en Tuernes, cerca de zonas conocidas como Foñegrina y El Forno, cuyo armazón fundamental para sus funciones, tradicional de la primera mitad del siglo XX, aún se conserva, aunque cercado por variada vegetación que lo hacen prácticamente invisible salvo para el vecindario que sabe de él, ve a diario sus restos, e incluso recuerda su funcionamiento.
Quizá no está de más precisar aquí que los caleros artesanales como este al que nos referimos, eran construcciones en piedra de tres o cuatro metros de altura y una capacidad interior de tres a cinco metros cúbicos destinados a la producción de cal viva por calcinación de la roca caliza utilizando carbón, leña, y “cotolles”.
Aunque no descubriré nada nuevo sobre su historia, pues ya hay publicados varios trabajos, trataré ahora de resumirla para contextualizar estas líneas y poner de manifiesto la importancia de esta actividad artesanal, que, aparte de sus significativas aportaciones en el ámbito industrial en general, incluso sobrepasando los límites provinciales como diré más tarde, la cal era demandada por los campesinos de las inmediaciones como abono imprescindible para sus tierras de labor, pues los accesibles excrementos de las ganaderías propias no siempre cubrían la necesidad de abonos. El blanco generalizado en las paredes de las casas mariñanas era el resultado de pintarlas con cal viva producida en estos caleros.
Está ubicado en el margen izquierdo de la carretera AS-373 Biedes-La Campana, en una zona relativamente rocosa cuya orografía difiere claramente de lo que el nombre de Llanera sugiere al tiempo que abona las razones de ubicación de este tipo de instalaciones.
Rosa Rodríguez, cronista oficial de Les Regueres, ha documentado más de cuarenta caleros tradicionales en su concejo, lo que da idea de la importancia de este tipo de industria al menos hasta mediados del pasado siglo XX. No tengo constancia a esta fecha de un hipotético inventario de los caleros que pudieron haber funcionado en Llanera, aunque sí se sabe que los hubo en la parroquia de Bonielles, Santa Cruz y Rondiella. En la zona de San Cucao se conoce el de Espina, ya desaparecido en la década de 1930, que construido con ladrillo refractario y no con piedra, vendía parte de su producción a la fábrica de Armas de Trubia; el de La Muria de Baldomero Manolón explotado después por Manolo Martínez del que no quedan restos aunque sí significativas alteraciones del terreno consecuencia de la extracción de la caliza, y este de Llomba posterior a dos más coetáneos ubicados en Agüera, también de esta misma familia de Llomba hasta la década de 1940, que son el origen de la instalación industrial actualmente gestionada por el Grupo Masaveu, sin olvidarnos que en 1919 ya está documentada en Agüera la mina de piedra caliza “Avelina” probablemente el origen de todas estas instalaciones.
Ciñéndonos al calero que nos ocupa, el de Llomba, diremos que lleva el mote de la casa familiar, nombre por lo demás muy ajustado a la orografía ya que se ubica en una loma un tanto alejada del calero y con vistas panorámicas desde la que se ve éste. Cerca de esta vivienda aún se conserva el tendejón-garaje, construido en piedra, para el pequeño camión usado para el transporte de los productos en los últimos años de actividad del calero.
El propietario documentado del Calero Llomba sería Ramón Alonso Bango nacido en 1890 y fallecido en 1961, aunque no podemos descartar que heredara de sus antepasados las instalaciones, con incidencia en topónimos de la zona donde varias fincas colindantes y de las inmediaciones pasaron a conocerse como “el forno”, y así aparecen referenciadas en el Boletín Oficial de Oviedo en 1928, cuando se expropian total o parcialmente varias parcelas en la zona para la construcción de la carretera Biedes-La Campana. No hay que descartar que dicho topónimo fuera anterior a la época de Ramón, lo que no podemos confirmar, y por ello los orígenes del calero más antiguos a la familia de la Llomba.
Un recibo de Contribución Industrial fechado el 22 de abril de 1942, cuyo timbre de veinticinco céntimos ignoro si fue el importe de la tasa a satisfacer, especifica que se trata de un “horno de cal intermitente, menos de 10 metros cúbicos, tarifa 3ª, grupo 7º, epígrafe 687, en Tuernes, San Cucao”.
Por otro lado, un albarán de 1959 por el que se entregan veinticinco cestos de material a la fábrica en Lugones de la Unión Española de Explosivos demuestra que usaban el nombre de “Industrias Caleras”, que escribían Llonva no Llomba, y que “exportaban cal para toda España” desde su fábrica en San Cucao de Llanera-Tuernes (Oviedo).
Estas “exportaciones” resultan avaladas por una carta mecanografiada de Miguel Méndez, industrial de Pontevedra, fechada en marzo de 1943, donde se refleja que Ramón le visitó fechas previas y convinieron el suministro de vagones de cal, el primero a 150 pesetas la tonelada y los siguientes a 180 pesetas. Es generalmente conocido la escasez de piedra caliza en Galicia, lo que avala la actividad comercial de Llomba en aquellas tierras.
El calero estuvo activo hasta poco después del fallecimiento de Ramón en la década de 1960. Era una industria familiar donde, si bien hubo operarios del vecindario ajenos a la familia, los de Ca Alvarín de Castiello, José Antonio del Rebollal, Manolo del Zapateru o Nolo el de Quilo de San Cucao, por ejemplo, trabajaron todos los hijos varones de Ramón: Manuel, Ramón, Francisco y José Vega Alonso, tal como muestra el sello que reproducimos donde consta que “industrias Caleras en San Cucao de Llanera” la conformaban “Ramón Alonso Bango e Hijos”.
En general, la cal se llevaba a destino en carros tirados por vacas o gües, si bien en los últimos años ya disponían de un camión propio que conducía José. El envío de la cal para clientes más o menos lejanos, como por ejemplo el citado de Pontevedra, se hacía en tren desde la estación de Lugo de Llanera, a donde se llevaba la cal en carros y se traspasaba al vagón paleteándolo. La foto datada en 1945, donde se ve a Manolo equipado como transportista, luciendo el clásico chaleco, con la guiada junto al carro cargado de cal, suplementado para darle más capacidad, equipado con galgas de frenado, el toldo protegiendo la cal, les vaques xoncíes, les mollides con mosquiteres, y el fiel perro firme a su lado, al igual que el clásico paraguas bien visible colgado en la delantera del carro, es un testimonio gráfico de máxima categoría etnográfica.
Todo lo anterior persigue poner en valor un vestigio histórico de nuestro pasado industrial, restos de un oficio artesanal y antiguo ya extinguido entre nosotros, y la conveniencia e importancia de conservarlo y potenciarlo. Por su ubicación en el extremo de una pradería sin especial utilidad como pasto –creo yo-, limítrofe con la carretera, un aceptable estado de conservación, rehabilitarlo y señalizarlo, no parece una carga económica especialmente gravosa y sí una aportación a la historia con indudable atractivo turístico para el Municipio, que bien merece la atención de nuestros responsables políticos y culturales.
Cierto que es de propiedad particular, pues estarían implicadas terceras y cuartas generaciones descendientes de Ramón, pero a buen seguro que el detalle no menor de perpetuar la memoria familiar puede ayudar a un acuerdo que permita rehabilitar la instalación y legar a futuras generaciones quizá el único ejemplo que queda en Llanera de una industria artesanal de la cal, tal como es el popular CALERU, el de LLOMBA.
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