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SOCIEDAD
Llanera 1985, una boda para la historia: La de Ana y Manolo, la primera celebrada en un Ayuntamiento
El día 28, según la tradición, es el día de los Santos Inocentes, fecha que sugiere las típicas bromas que, más o menos elaboradas, creo que todos hicimos y padecimos en alguna ocasión.
Pero no voy a rememorar anécdotas sobre ese particular y, en lo que sigue, voy a retroceder a ese día del año 1985, cuando Llanera fue el escenario de una primicia de ámbito nacional, pues tal fue la primera boda civil que se celebraba en un Ayuntamiento, entendiendo por tal, la Casa Consistorial. Una nueva Ley de noviembre de dicho año permitía a los novios elegir casarse ante el Juez de Paz o ante el alcalde en aquellos municipios donde no hubiera Registro Civil. Y nuestros protagonistas de hoy, Ana Isabel Losada Suárez, de Villabona y Manuel González Cachero, de Figaredo aunque con orígenes en Llanos de Somerón, eligieron casarse en el Ayuntamiento sin ser conscientes del hito que ello significaba, pues sería la primera bodaen una Casa Consistorial de toda España tras la época republicana.
En aquel momento, Ana, con 24 años, era la cartera de Villabona al tiempo que estudiaba Geografía e Historia en la Universidad de Oviedo; Manuel, de 26 años, diplomado en Económicas, era funcionario en la Consejería de Administración Territorial, donde estuvo muy implicado en la implantación de las escuelas taller y tiempo después sería secretario de la agrupación socialista de Llanera.
Se conocieron en alguno de los típicos saraos universitarios, siendo parte de un nutrido grupo tan inseparable como bien avenido, algunos de cuyos componentes planificarían y formarían parte de aquella expedición turística por el Caribe que fue el viaje de novios en el que también había otra pareja de amigos recién casados. Programado el viaje comunitario a Cuba, se imponía ir siendo ya marido y mujer. Sin objeciones paternas, no practicantes en lo religioso, una boda civil encajaba con su proyecto vital, aunque los padres de ambos querían una celebración con los clásicos invitados de familia, vecinos y allegados. Dándose la casualidad de que se anuló en el restaurante La Torre de Pruvia el banquete de otra boda, todo encajaba para la ceremonia y el deseado y barato viaje previsto para el 30 de diciembre. Aunque ya habían hecho los trámites previos en el Juzgado de Paz, su amigo el periodista Aladino Pachón, les hizo saber que desde hacía un mes estaba vigente la normativa que daba la posibilidad de celebrar la boda en el Ayuntamiento y que fuera oficiada por el alcalde. Ella era hija del alcalde pedáneo de Villabona, amigo personal de Justo Suárez a la sazón alcalde de Llanera, por lo que el cambio fue muy bien visto por todos.
No eran conscientes de que era la primera boda civil en España desde la etapa republicana y el día anterior a la boda, Ana escuchó como en el Panorama Regional de nuestra televisión se preguntaban si era inocentada o verdad.
El 28 de diciembre de 1985, sábado, fue un día frío, lluvioso, un tanto desapacible. El salón de plenos del Ayuntamiento estaba ligeramente adornado con flores y repleto de invitados y curiosos entre los que había gran número de concejales. Ana pasó la ceremonia un tanto abstraída “en una nube” por la emoción, pero la recuerda como “guapa, sencilla y emotiva”, a lo que contribuyó la amistad de la familia con el alcalde, quien rompió la frialdad de un trámite legal pronunciando sentidas y cariñosas palabras adecuadas a la ocasión, aludiendo también a la singularidad de ser el primer alcalde que celebraba una boda civil en la casa de todos, cual es el ayuntamiento, al tiempo que resaltaba que este presaba así un servicio más a la comunidad. Aún permanece en la cabeza de la novia el martilleo de la máquina de escribir del señor Ventura, el secretario del Juzgado, dejando sobre papel el obligado testimonio oficial del evento y no recuerda quien se olvidó en casa los anillos pertinentes, ni cómo solventaron puntualmente esa falta.
Finalizada la ceremonia recibieron múltiples felicitaciones y a la salida del ayuntamiento, donde se habían concentrado gran cantidad de curiosos atraídos por la novedad, no faltó la tradicional lluvia de arroz. Que la novia no llevará el clásico vestuario nupcial ocasionó que en el restaurante no la reconocieran y esperando su llegada retrasaron la apertura del comedor hasta que ella misma, sorprendida por el retraso, se identificó como la protagonista para gran sorpresa del responsable. Naturalmente, no faltaron los tradicionales vivas a los novios ni el clásico baile, tras el ágape gastronómico.
Los periódicos La Nueva España y La Voz de Asturias en las ediciones del 29 de diciembre, recogieron la efeméride con lujo de detalles tanto en la primera página como en otras interiores. La prensa a nivel nacional se hizo también eco de la noticia y el alcalde fue entrevistado por Iñaki Gabilondo, Victoria Prego, Julio César Iglesias…, periodistas un tanto decepcionados de no poder hablar con los contrayentes, ya rumbo al Caribe.
Los novios nunca hablaron con la prensa en aquellas fechas, no porque la esquivaran, pues estaban de viaje y a la vuelta nadie les buscó. Curiosamente, al año de la boda, varios periodistas contactaron al alcalde Justo interesados en saber cómo le iba a la pareja de tan singular enlace. Y tres años después, el día de los enamorados, un periodista les contactó para saber “qué tal nos iba”. En la sección de “efemérides” de La Nueva España, se citó este enlace al cumplirse 25 años de celebrarse.
Ni antes ni después de la boda, los novios hablaron sobre ella con el párroco de Villabona, el popular don Román. En algún medio se publicó que éste les buscaba para ofrecerles la ceremonia religiosa, acorde con la costumbre y tradición en personas que habían sido bautizadas, asistieron al catecismo y habían recibido la primera comunión.
La Habana, Santa Clara, Varadero, y otras localidades mostraron a los novios el exotismo, la alegría y el ritmo del Caribe, así como la cadencia “funcionarial” de camareros y otros operarios de atención al público, durante quince soleados días. Algunos contactos favorecieron la visita de parte del grupo a una escuela y un hospital, instalaciones que presentaban muy buen aspecto en general. Un desafortunado e involuntario incidente en un restaurante de aspecto colonial de La Habana, supuso la rotura de un cristal ricamente tallado, y visto el disgusto del propietario, ya de vuelta en España, los implicados se ocuparon de enviarle otro, copia exacta expresamente confeccionada con tal fin.
Observará el lector que cito mucho a Ana y poco a Manolo; la razón está en que éste, falleció en 1997, víctima de un cáncer que le llevó a hospitales en Navarra e incluso en Boston, donde en el hospital les sirvió de cicerona la hermana de una compañera de trabajo, curiosamente coincidente en los apellidos con Manolo. Este, era muy apreciado en su ambiente profesional, y los compañeros de trabajo le mostraron su afecto haciendo una colecta como ayuda a los gastos en América.
El matrimonio siempre vivió en Villabona y su único hijo, Pablo, ahora residente en París, se muestra un tanto sorprendido de la repercusión de la boda de sus padres. Ana, actualmente, vive a caballo entre Oviedo y la casa materna en Villabona. Esta mujer, antigua alumna de las Ursulinas y del Instituto de Lugones, defensora de la igualdad entre hombres y mujeres, vitalista y resolutiva, de ideas claras, que se expresa con vehemencia y energía, además de 38 años como cartera en Villabona, diez de ellos también en la cercana Cárcel de Asturias y que terminó su vida laboral en la oficina de Correos en Posada, también fue diputada por el PSOE en el Parlamento asturiano desde 2001 a 2003 y formó parte del “grupo semilla” promotor del cohousing habitacional en ejecución actualmente en Caraviés.
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