LLANERA

SOCIEDAD

Julián Suárez cuenta a sus espaldas con una experiencia de 99 años de vida

Viernes 26 de Mayo del 2023 a las 09:42


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El vecino de La Granda, Julián Suárez García, cumplió el 22 de abril 99 años y nació en la misma casa en la que reside en la actualidad y en la que ha pasado toda su vida. “Nací a las 11 de la mañana en esta misma casa y aquí me quedé a trabajar con mi padre en la casería, porque yo era como él aplicado, trabajador y sin vicios”, comentó. Eran 11 hermanos, tres eran mujeres y ocho hombres, Julián ocupaba el puesto número ocho y recuerda que sus hermanos mayores iban a trabajar a las fábricas de La Vega, Trubia y Coruño a la Cerámica Guisasola. Uno de sus hermanos fue el cura de Pruvia, Gil Suárez.

“Cuando me tuvieron a mi mis padres ya no contaban con tener más hijos, y vinieron otros tres. Teníamos mucha hierba y mucho maíz que recoger, por eso yo me quedé en la casería con mi padre”, recuerda Suárez. Julián fue a la escuela de Santa Cruz, iban andando tres kilómetros todos los días ida y vuelta, por los prados y si llovían tenían un “saquín de capirotu”. “Después vino la guerra civil, que me cogió con 13 años y tuvimos que desalojar en un primer momento e irnos a casa de unos familiares a Bonielles, pero con el paso del tiempo nos dejaron traer dos vacas para La Granda y vine con mi hermana, Luisa, y mi padre para atender la casería. Vivían aquí con nosotros los milicianos, que cocinaban en nuestra casa y yo estaba con ellos, nos hicimos amigos y como mi padre era mayor, yo tenía que ir con las vacas, porque tenía 15 años y estaba con los milicianos a la vez, les ayudaba a hacer nidos y trincheras, eran muy atentos y lo pasaba muy bien con ellos, cuidaba las vacas y les ayudaba a ellos a la misma vez”, apuntó.

Hizo el servicio militar en Simancas, en Valladolid, en el automóvil, donde estuvo 5 meses y el resto en Oviedo en el cuartel del Rubín. “Conducía un camión porque me enseñaron en Oviedo para traer cemento, arena y ladrillos para el cuartel de Rubín, lo íbamos a buscar todo a Tudela Vegín. El camión que tenía era uno que habían retirado de la guerra y estaba hecho polvo no tenía pito y teníamos que dar golpes en la puerta para que se nos oyera, a cada chófer nos asignaron un camión. Una vez teníamos que hacer guardia en el cuartel y otro rapaz y yo nos escapamos a los Güevos Pintos a Pola de Siero, y al volver nos metieron un día en el calabozo. En el racionamiento nos daban dos cajetillas de tabaco a cada uno y como yo no fumaba los repartía entre el resto para que me hicieran las guardias, así yo podía venir para casa a ayudar a mi padre”, recordó.

Cuando acabó el servicio militar volvió a su casa a cuidar los animales, tenían dos bueyes, ocho vacas, cerdos, gallinas y conejos. “Los bueyes los usábamos para trabajar la tierra y había caminos malos y mucha hierba, para arar la tierra con los bueyes. Sólo me dedique a la labranza, para ir a segar la hierba había que ir a las cuatro de la mañana y tomábamos una copina de anís y nos llevaban el desayuno, porque teníamos andechas para segar, después había que voltear la hierba para que secará y hacíamos 8 o 10 varas de hierba y mi padre incluso lo vendía”, apuntó. También le tocó ir a una que otra feria para comprar o vender animales, recuerda que siempre iban andando desde La Granda hasta Tineo, Proaza o Salas, el viaje lo hacían en dos días.

Conoció a su mujer, Josefa Suárez, porque era vecina de Carbajal de la Casa El Truébano, “tenían un molín para moler la arena y alguna vez iba ella cuando podía, porque tenía que cuidar a sus tres hermanos, su padre y sus abuelos, ya que la madre falleció en el parto de su hermano pequeño. Hace tres años que murió y hubiera cumplido 102 años. Nos casamos en el 27 de agosto en Bonielles, cuando la fiesta de San Agustín, sólo fueron los padrinos, los de casa y nadie más, porque murieron sus abuelos, Anselmo y Aurora, ella trabajó en su casa mucho y aquí más”, afirmó. Tienen un hijo y una hija, Jaime y María Luisa, además de cuatro nietos y dos biznietos.

De viaje de novios se fueron a Santander, “cuando llegamos al hotel Gran Antilla y salido el “maletero” a cogernos la maleta, ya conocía Valladolid, y decidimos ir allí a pasar unos días”, apuntó.

Antes de la pandemia le operaron de la vesícula y del riñón por una infección y su hija María Luisa recuerda que tuvo que estar ingresado en la UVI seis días y que no salía de allí, porque la infección era muy grave, pero está como una rosa, incluso confiesa que cena callos y todo lo que le gusta, porque no tiene colesterol ni diabetes. “Tras operarme tuve que aprender a andar de nuevo con un andador, pero ahora estoy muy bien”, apuntó.

En su día a día se levanta a las 9, aunque recientemente se levantó a las 7 para ir a la huerta a plantar cebollín, desayuna y se pone a leer el periódico ya que le encanta leer, le gusta leer libros históricos y aunque no oye bien también ve Pasapalabra, “me entretiene mucho la lectura, y sólo leo con gafas de farmacia no tengo unas graduadas. Cuando me operaron leí muchísimos libros”, comentó.