LLANERA

SOCIEDAD

Amelia Suárez Fernández, cien años siendo vecina de San Cucao

Jueves 09 de Marzo del 2023 a las 13:09


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La vecina de San Cucao, Amelia Suárez Fernández, ha cumplido 100 años y siempre ha vivido en su parroquia. Nació en Tuernes el Pequeño el 15 de noviembre 1922, sus padres Manuel y Dolores, eran naturales de Calabaza en Ferroñes y ella de Fonciello, en Lugo de Llanera. “Mi padre se quedó viudo con cuatro hijos, dos hombres y dos mujeres, y como eran algo familia la casaron con mi madre, que siempre se dedicó a coser por las casas y lo que sacaba era para ella, hasta que se casó y se ocupó de la casa y de nosotros. Después mi madre nos tuvo a mi hermano y a mí, que soy la hermana menor”, comentó.

Sus padres vivían en Tuernes el Pequeño, en la casa de su padre con los otros hijos. “Mi era propietario de una cantera al lado de casa, que es donde trabajaba. Mi recuerdo de infancia es que mis hermanos mayores eran muy buenos, se portaban muy bien con nosotros. Mi hermana trabajaba con un sastre que había en San Cucao y ganaba dos pesetas al mes, que eran para ella. Mi hermana María murió muy joven con 21 años de tuberculosis, igual que su madre y su otra hermana, Fredis. Cuando mi madre se casó tuvo un gran ajuar, aunque la ropa de cama la hacía ella, entre otras muchas cosas porque siempre cosió”, aseguró.

Amelia recuerda que en la cantera contaban con un pistolete, que es un hierro que servía para hacer un agujero y allí metían la dinamita para sacar las piedras, “eran las mujeres las que hacían el trabajo de machacar y prepararlas. Esto fue antes de la guerra, incluso mi padre fue una vez con los bueyes a llevar material para hacer las trincheras, pero tuvo que dejar el carro allí y solo trajo las vacas”, recordó.

Suárez estudió poco tiempo en la escuela de San Cucao, porque llegó la guerra civil, “iba algunas veces a la escuela, pero cuando entró la columna nos tuvimos que ir a casa de mi abuelo a Calabaza, en Ferroñes, pero mis padres se quedaron en Tuernes y nosotros nos llevamos una vaca para que nos diera leche para nosotros. En casa de mis abuelos había un señor escondido, pero había unos vecinos que sospechaban porque veían la ropa colgada y no les cuadraba, se lo decían cuando iban a cogerle los pollos para Navidad”, recordó.

Uno de los hermanos de Amelia, Pepe, emigró a Cuba con 13 años y se fue con un hermano de “Pepe Pachón”, que tenía que recibirlo allí pero no apareció y tuvo que arreglárselas allí solo, incluso le robaron la maleta, se fue para allí antes de la guerra civil. “Con el paso de los años Pepe vino a vernos a Llanera y solo me pedía que le contara cosas de mi padre de cuando murió y yo siempre le dije lo que mi padre le contó a una persona que vino a verle antes de morir: “lloré más por el hijo que embarqué, que por las hijas que enterré”. La primera vez que vino fue hace 51 años y ya llevaba allí muchos años, desde la primera vez que vino ya volvió todos los años hasta que falleció en Cuba, nos escribía muchísimo y nos mandaba fotos. Incluso un año trajo a su hijo y sus nietos y les vestimos de asturianos”, comentó.

Después de la guerra Amelia y sus hermanos volvieron para Tuernes el Pequeño y vivió allí hasta que se casó, en la iglesia de San Cucufate cuando la terminaron de reparar tras la guerra, junto con otra pareja de Tuernes el Grande. Amelia conoció a su marido, José Fernández, que era natural de Carbajal y se conocían de vista, pero un día él iba de excursión y se encontró con Amelia, “me dijo que quieres que te traiga y le dije que no nos conocíamos de nada, pero aun así me trajo una cadena de recuerdo y así empezamos a vernos más, nos hicimos amigos, fuimos a la fiesta de Lugo y allí bailábamos juntos, pero todavía no éramos novios. Se casaron con 20 y 25 años, el banquete lo hicieron en su casa y cocinó Ramona Toribu. Después nosotros marchamos de viaje a Avilés”, afirmó.

Amelia y José tuvieron tres hijos: José Ramón, Ángel y Amelia, que nacieron en casa de sus abuelos, pero después todos juntos se fueron a vivir a una casa más cerca de San Cucao. “Aunque me cansa la vista rápido, me encanta ver las fotos antiguas que tengo aquí, cuando me aburro las cojo y recuerdo todos los buenos momentos vividos”, afirmó.

El matrimonio hizo en su casa un hospedaje para los trabajadores de Caleras Asturianas, donde dormían y comía, “siempre me gustó cocinar y se puso en contacto conmigo el jefe de Caleras, porque no encontraba un sitio en el que se pudieran hospedar cuatro o cinco trabajadores que venían de Extremadura. La casa de San Cucao la hicimos y nos vinimos a vivir cuando mi hija pequeña, Amelia, tenía seis meses. Mi marido trabajó en la cantera de mi padre”, comentó.

Hace 27 años que falleció su marido y celebraron las bodas de Oro, “lo que nos gustaba mucho era viajar cuando teníamos vacaciones, incluso íbamos a balnearios. Cuando me quedé viuda, aunque al principio me costó, continúe viajando con la Asociación de Mujeres de Llanera, con Tinina, fuimos a Italia y a muchas partes de España, lo pasábamos muy bien. Una de las veces que mi marido y yo nos fuimos de vacaciones, mis hijos sacaron las vacas, una parió y el xatín cayó al río, pero no le pasó nada, ellos no se dieron cuenta llevaron la vaca para casa y cuando la soltaron ella sola fue a buscar a su xiato, que estaba allí perfectamente”, afirmó.

Amelia tiene tres hijos, seis nietos y siete biznietos, y aunque hace 14 años sufrió cáncer, se curó, “mis hobbies antes más que ahora eran leer, hacer manualidades y sobre todo andar, que es algo que, si continúo haciendo, suelo desayunar y pasadas una hora salgo a dar una vuelta alrededor de mi casa con mi hija o la chica que viene a ayudarme. Antes cocinaba más me salían muy bien los postres”, comentó.

Amelia es una persona trabajadora, cariñosa, que hizo todo lo que pudo por todas las personas que estaban a su alrededor, ya fueran familia, amigos o allegados.